El plano de las ideas


La campaña de Francisco de Narváez es llamativa. No por algo bueno, por cierto. Está a cargo de Ramiro Agulla, el vendedor de humo más famoso de los '90, y se basa, modesta, austera, en el diálogo de dos planos de color: el naranja, a la izquierda, y el rojo, a la derecha.
No hace falta ser experto en teoría del color para darse cuenta que el naranja y el rojo son primos hermanos, colores vecinos en el círculo cromático. Es decir, que están muy cerca. No hay, casi, diferencias entre ellos. Sólo los distingue una leve diferencia de matiz.
El naranja es Scioli.
El rojo es el "Colorado" de Narváez (dicen que los chetos dicen colorado en vez de rojo).
Entre el interminable vacío de contenidos de la campaña de Scioli ("Creo en vos" y pavadas por el estilo) y esta falsa antinomia instalada por Agulla y su síntesis cromática, queda en la boca gusto a poco y nada.
Así y todo hay que celebrar algo: cada tanto, a los asesores de imagen y a los creativos publicitarios el inconsciente se les descontrola y se imprime.
Los bonaerenses no deberían engañarse; la campaña es sincera: el rojo y el naranja son casi lo mismo. Casi.

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