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Algunos espacios de debate o de intercambio están nutriendo, año a año, un marco teórico que, si bien siempre parece ser flaco, desordenado y tardío, no deja de ser auspicioso y necesario para el diseño.


En los últimos años, en muchos de los enfoques y lecturas aplicadas a nuestra práctica, se pretende hasta cierto cientificismo que no se lleva del todo bien con el aspecto romántico de nuestra profesión: aquél que vincula las artes gráficas, el dibujo y la ilustración con la plástica y sus técnicas. Se habla, cada vez más, del diseñador como agente cultural; como estratega; como empresario; como traductor de planes de management; se exige del diseñador formación en marketing, semiótica, comunicación, economía y sociología.


En fin, no quiero extenderme demasiado, pero me resultó llamativo que, en estos tiempos de creciente divorcio entre lo manual y lo teórico, la Universidad de Palermo convoque a nuevos estudiantes representando al Diseño (a secas) como una explosiva mancha de gotas de colores las cuales parecieran intentar retratar la creatividad "alocada" o sin límites que se pretende enseñar en sus aulas.


El riesgo de resolver de ese modo un afiche es obvio: ¿cómo representar Derecho o Psicología? Pero más allá de esto, ¿cómo vincular ese goteo azaroso y pollockiano con una práctica que pareciera querer centrarse cada vez menos en lo instrumental, mirar cada vez más hacia otros horizontes, hacerse de otros vocabularios y abrevar en otras aguas? ¿Se verifica lo que enuncia ese afiche con lo que efectivamente propone el Plan de estudios y el perfil profesional? ¿O simplemente será que el autor del afiche es un nostálgico?

Comentarios

Zapiola dijo…
Me inclino por la última alternativa.

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