El afiche traidor


Ya sabemos que Saul Bass hubo uno solo. También sabemos que, por cuestiones económicas, comerciales o vaya a saber de qué índole (intuyamos cierto desdén al soporte gráfico de cada película por parte de algunos productores), al diseño de los afiches de cine —salvo en el cine independiente en el que muchas veces se observan piezas muy logradas— muy pocas veces se le da el tiempo necesario de maduración y que, generalmente, todos salen con fritas usando algunas de las fotos de prensa del/los protagonista/s convocante/s o algún fotograma logrado de la cinta. Se puede convivir con esto; lo que no es agradable es cuando el afiche, lisa y llanamente, nos miente. Cosa jodida ya que no es poco frecuente que el o los afiches de una película sean parte importante del impulso que es necesario tomar para comprar una entrada de cine.

Empecemos; dejemos de lado el karma de muchas películas extranjeras: se les cambia el nombre (a veces necesariamente; a veces ridículamente) y en muchos casos se reformulan los afiches originales por cuestiones que pueden ir desde lo comercial a lo cultural. 

En el caso de la película Don Jon (2013), de Joseph Gordon-Levitt, observamos, arriba a la izquierda, el afiche original de la película (al menos, uno de ellos). Nada del otro mundo, como refrendando aquello que afirmamos más arriba: cuatro planos con las estrellas de la peli y el título, que juega con el nombre de Jon y el personaje de Don Juan (ya que Jon no deja títere con cabeza cada vez que sale a bailar con sus amigos); dos mujeres, relacionadas, ya veremos cómo, a Jon, completan el rompecabezas. La frase en inglés (Todos aman un final feliz) pincha un poquito a la curiosidad ya que, de leer la sinopsis, uno se entera que el bueno de Jon es adicto a la pornografía online con récords masturbatorios imbatibles incluidos.

El afiche original no nos cuenta nada de eso pero tampoco nos miente. Es más, juguetea un poco con la idea del "final feliz", aplicable tanto a una posible comedia romántica como a una sesión de principio a fin de pornografía digital.

El afiche local (o para el mercado latino), que hasta hoy en día podemos ver en los cines porteños, es tan conservador como taimado: primero, nos muestra claramente a los protagonistas de la peli, como para que no haya la más mínima duda de quién actúa. Segundo, Jon (Gordon-Levitt), en el centro, en pareja con Barbara (Scarlett Johansson) quien, además, le apoya la mano en el pecho como diciendo "sos mío" y atrás, como robando cámara, aparece Esther (Julianne Moore), recibiendo la espalda del picarón hombre del trío. 

Todas las imágenes tienen lecturas impredecibles pero podemos arriesgar que, mirando esta, Jon está con Barbara y que, en algún momento, aparece Esther para complicar las cosas. Bien... salvo que no es así.

Pero lo peor no es esto; las frases que acompañan al título de la película (que pasó del poco transparente "Don Jon" a "Entre sus manos") son el colmo de la turrez: 

Él encontró el amor de su vida. 
Pero tiene un secreto. 
Él tiene "algo"... 
ENTRE SUS MANOS
Una comedia bien arriba (?!)

Entonces... ¿es otra comedia romántica más con algún giro más o menos bobo en el medio? ¿El secreto es lo del porno? ¡Ahh!... Ahora entiendo lo que tiene entre sus manos el muchacho... 

Bien, doble sentido del más llano, que podría funcionar... ¡si no fuera una mentira grosera que nada tiene que ver con el argumento de la película! el cual me voy a reservar ya que vos, querido lector, podés querer ir a verla (¡te la recomiendo!).

La gravedad de esto —asumiendo que en el diseño gráfico nada es tan grave como para hacerse demasiada mala sangre— es que el afiche nos  invita a ver algo que no existe; ofrece una película distinta a la real, traicionándola; tergiversa las cosas en beneficio propio: es bastante más probable que se vendan más entradas para una comedia romántica cuya "parejita" sea Gordon-Levitt y Johansson que para una comedia de un adicto al porno online que se relaciona de una manera muy especial con las mujeres de carne y hueso.

The end.

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