Marca personal, segunda parte


Finalmente, Personal cambió su marca. No era una campaña publicitaria efímera; era un cambio de imagen.


A priori, me atrajo el concepto de que cada uno tenga su propia marca de su empresa de telefonía celular, basada, la marca, en la propia grafía —en la propia escritura— y en aquello de que "cada persona es un mundo", derivando en algo secundario y no menos cierto: cada persona es, en alguna medida y grafólogos aparte, como su escritura.


Ese concepto, novedoso en el escenario de la identidad de este tipo de empresas de gran escala al que estamos acostumbrados, lamentablemente se queda en lo cosmético, en el maquillaje y en los cánones aceptados de armonía y belleza. Por otro lado, pensándolo bien, es absurdo creer que la empresa se propondría subvertir aquellos cánones... pero el saborcito a artificio, a impostura, a letras poco reales, que se siente en los avisos de Personal es sumamente molesto.


Las palabras Personal escritas por, supuestamente, sus variopintos clientes son todas muy parecidas, todas prolijitas, todas atadas a normas de buen gusto y proporción que, hoy por hoy, en el reino del teclado y del SMS, parecieran pecar de irreales, de mascaradas.


Hay un hecho: se escribe menos que antes y, con toda probabilidad, se escribe más feo. Esto último por no ser prioritaria, en la escuela primaria y secundaria, la ejercitación, que podríamos llamar caligráfica, que nuestros padres y abuelos sí hicieron y que redunda en letras quizá más impersonales pero rotundamente más bellas que las nuestras, que las actuales.


La nueva marca de Personal, en esta pose ficticia que construye, en donde todos estamos igual de contentos y escribimos igual de lindo, termina siendo lo que una modelo es a una mujer real: la exageración de lo constituido socialmente como bello y la anulación, por ser incómodos y de esquiva compartimentación, de los rasgos particulares, personales.

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