A... ¡pif!


Luego de haber pasado caminando frente a un afiche sobre la necesidad de que todos exijamos la factura de lo que compramos me quedé pensando en qué rara es la nueva marca de la AFIP.

Hace un tiempo se encaró un rediseño que dotó a sus sucursales de una gráfica normalizada y de una señalética que le daba pelea al desorden imperante en muchas de las reparticiones públicas. Si bien los formularios siguieron siendo tierra de nadie, parecía haber buenas intenciones.

Hace menos tiempo, la AFIP cambió nuevamente, y uno nunca termina de saber bien porqué. Si la marca anterior (verla abajo, acompañada por el infame Don Carlos) ya tenía algunos problemas de legibilidad, la nueva los potencia hasta extremos peligrosos.

Volviendo a la nueva y gustos aparte, me aparecen preguntas como:
- Quizá me equivoco o peco de literalidad extrema... pero la marca de la administración federal de ingresos públicos, es decir del organismo que recauda y administra toneladas de dinero de todos los contribuyentes, ¿no debería ser lo más transparente posible y tan sólida y confiable como el acero? Me refiero a algo claro, sin vueltas. Y ya que se usa la sigla o acrónimo, ¿no debería ser reconocible a simple vista, sin demoras?
- ¿Cuál es el sentido de suprimir "Ingresos Públicos" del nomenclador o bajada de la marca? ¿Porqué esa resta?
- ¿A qué se debe la operación sobre la A? Si es por mantener la diagonalidad de la marca anterior, nos encontramos frente a un capricho que cercena lo más importante de una letra: su identidad.
- ¿Porqué elegir, para la bajada, una tipografía que parece ser deficiente en su desempeño en lecturas a mediana distancia o a tamaños pequeños? Más errada la elección si se la utiliza para titular secciones del
sitio web de la organización.
- ¿Qué clase de relación espacial hay entre la marca y su bajada? Sin duda hay una, pero descompensada y sin una armonía ajustada.

En resumen, una marca muy débil para un organismo que no debería serlo en absoluto.

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